La neurociencia nos ha permitido comprender con mayor precisión la maduración cerebral. De tal forma, se ha descubierto que hay áreas que terminan de madurar en la adolescencia tardía y otras cuyas máxime potencial se encuentra durante la primera infancia. Esto nos lleva a desarrollar procesos de enseñanza-aprendizaje más adaptados a nuestra propia biología, que permite actuar de un modo más efectivo y eficaz en la educación.
La implementación de determinadas estrategias educativas así como el uso de diferentes técnicas en momentos determinados del desarrollo infanto-juvenil permitirán una optimización y mejora en el aprendizaje de los y las menores.